Jesús salió de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».
«Bajo tu amparo» © Permiso pedido a Misión País
«Reconstruction» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Es tu estirpe.
Es lo fecundo que siempre vence.
Es el potencial cobijado.
Es la fuerza que estalla y brota.
La tierra acogedora,
la semilla imperceptible, aunque gigante.
Tu amor potente,
tu corazón ardido,
tu entrega siempre latente.
Y mi buscarte que se hace
arado torpe, grano esparcido.
Nadie habla de cosecha,
–por ahora, susurra el poeta–.
Listas están las manos, la vida,
el alma,
para la siembra.
(Malvi Baldellou)